jueves, 19 de febrero de 2009

El cuerpo desposeido


El crítico con corazón se sienta y me mira de manera afilada:
- ¿recién te dai cuenta que el deseo es lo que mueve todo en este mundo?
y su amiga que es mi amiga y la quiero me increpa
-No te hagai la ingenua por favor.
No me hago la ingenua solo me pregunto qué mundo es ese movido por el deseo del cuerpo del otro, de la ilusión del otro. Qué mundo es el que me propone pensar en alguien que despierte el deseo de el hombre influyente que puede ayudar a salvar las aguas. Un mundo que me asusta.
De algún modo he aprendido a provocar deseo con afán artístico y a cuidarme del que me invade con intranquilidad.
Mi deseo es un acróbata bien intencionado que deshabita su piel y llega al cuerpo de eso otro llamando. Luego con mi alma a cuestas puede vagar tan apresado y confuso como se quedan los sonidos restituidos del orgasmo. No descansa ahi, ni de si mismo. Porque a veces termina siendo el otro, un tiempo largo en el que volver a mí es una providencia. Asi de fuerte sujeta su hambre.
E igual lo venero. Por insolente y sentimental.
Pedaleo mi bicicleta llevando en la raza esa punción con que lo deseo.
En las estrellas fugaces un llamado que no dañe
Palabras para animar a mi amiga que en su esclerosis multiple también busca el dominio de su piel en huelga.
Entonces ahi me quedo
pensando en los umbrales por los que cruzamos desde el cuerpo al espacio del enigma y en la sutil distancia entre el instinto y lo fortuito.

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